Introducción
El comercio de pieles, especialmente de las pieles exóticas de animales, ha sido un negocio lucrativo desde la Antigüedad, asociado tanto al lujo y el estatus social como a la protección contra el frío. En los imperios del Mediterráneo ya se valoraban las pieles de leopardo, león o mono, traídas desde África y Asia, como símbolos de poder y distinción. También en Egipto o Mesopotamia las élites empleaban pieles de felinos y animales raros como signo de prestigio. Este aprecio por lo exótico se mantuvo en la Europa medieval, donde además de las pieles locales circulaban especies traídas por rutas caravaneras de Asia Central y Oriente.

Pieles de lujo en la Europa cortesana y las rutas peleteras euroasiáticas
Durante el Estado de la Rus de Kiev (siglos VIII–XIII) y, más tarde, en la ciudad mercantil de Nóvgorod, las pieles se convirtieron en un producto fundamental del comercio con Europa y Asia. A través de rutas fluviales y caravanas, y con el puerto hanseático de Leipzig como puerta de entrada a los mercados europeos, las pieles del norte llegaban a los centros urbanos de Occidente, donde se intercambiaban por manufacturas y bienes de lujo.

En Europa, las pieles no eran solo un producto de abrigo, sino también un símbolo de prestigio político y social. El armiño, con su característico pelaje blanco invernal y las puntas negras en la cola, se convirtió en la piel ceremonial por excelencia. Desde la Edad Media, los reyes y altos dignatarios europeos usaron capas ribeteadas de armiño como emblema de pureza, legitimidad y poder. En retratos oficiales y ceremonias, el armiño transmitía la idea de un poder casi sagrado, reforzando la asociación entre el comercio de pieles y las jerarquías cortesanas del Antiguo Régimen.
Mucho antes de la consolidación de la Rusia medieval, varios pueblos de Eurasia habían organizado sistemas de recaudación en pieles. Los búlgaros del Volga (siglos VII–XIII) se convirtieron en intermediarios clave entre las estepas y los mercados islámicos, enviando pieles hacia Bagdad y otras ciudades del califato.
Más tarde, el Imperio mongol (siglos XIII–XIV) institucionalizó un sistema de tributos que incluía pieles como parte esencial de la fiscalidad en sus vastos territorios. Los estados sucesores turco-mongoles, la Horda Dorada y el Kanato de Siberia— continuaron exigiendo a las poblaciones nómadas y sedentarias pagos en pieles, que eran luego redistribuidas hacia los mercados de Asia Central y Oriente Medio.
Rusia y la “frontera de pieles”
Cuando los rusos iniciaron su expansión hacia Siberia en el siglo XVI, adoptaron y transformaron estas prácticas en el yasak, un tributo en pieles que se convirtió en la columna vertebral de su dominio colonial. Con la expansión del Imperio ruso hacia Siberia (siglos XVI–XVIII), este comercio se intensificó. Los promyshlenniki, grupos de exploradores, tramperos y recaudadores rusos empezaron a capturar algunas de las pieles más codiciadas del mundo: el zorro ártico, el armiño, la nutria marina y, sobre todo, la valiosísima marta cibelina (Martes zibellina), considerada símbolo de riqueza y elegancia. Siberia se transformó en una auténtica “frontera de pieles”, y el yasak pasó a ser el principal tributo impuesto a los pueblos indígenas.

Violencia y explotación en Kamchatka y Aleutianas
El comercio de pieles no solo significó riqueza en los mercados europeos: también supuso violencia y devastación para los pueblos indígenas. En Kamchatka y las islas Aleutianas, la colonización rusa fue especialmente brutal.
En 1700, el explorador Vladimir Atlasov dirigió una campaña militar contra los kamchadales, que resultó en miles de muertos y en la esclavización de gran parte de la población. Durante los siglos XVII y XVIII, las masacres contra los koryak, itelmen y otros pueblos fueron frecuentes, al igual que los tributos obligatorios en pieles. En las Aleutianas, los cazadores de nutrias marinas recurrieron a la violencia sistemática para forzar a los aleutianos a trabajar en condiciones de explotación extrema.
La Compañía Ruso-Americana (1799–1867)
La expansión rusa hacia el Pacífico culminó con la creación de la Compañía Ruso-Americana, fundada en 1799 con monopolio comercial sobre Alaska y la costa noroeste. Su principal actividad fue la caza de nutrias marinas y focas, cuyas pieles eran codiciadas en los mercados chinos y europeos.

Al igual que en Siberia, la compañía impuso tributos y trabajos forzados a los pueblos indígenas —aleutianos, tlingit y otros—, que sufrieron violencia, esclavitud y epidemias. La sobreexplotación llevó al colapso de las poblaciones de nutrias marinas y obligó a los colonos rusos a augmentar su búsqueda hacia el sur, llegando incluso a establecerse en California (Fort Ross). La estrategia de explotación intensiva de pieles acabó por colapsar la economía de la colonia rusa, que terminó con la venta de Alaska a Estados Unidos en 1867.
América del Norte y las Primeras Naciones
En paralelo, en América del Norte el comercio de pieles desempeñó un papel crucial en los primeros contactos entre colonizadores europeos y comunidades indígenas. Desde el siglo XVI, las descubiertas como las del explorador francés Samuel de Champlain, propulsaron la llegada de colonos y aventureros, conocidos como coureurs de bois y los voyageurs— que se adentraron en los bosques de Canadá en busca de castores y otras especies valiosas. A cambio de pieles, ofrecían herramientas, telas y armas a las Primeras Naciones, con las que establecieron complejas redes de intercambio.

Las Guerras del Castor (siglos XVII–XVIII)
La competencia por el comercio de pieles desencadenó uno de los conflictos más largos y violentos de la Norteamérica colonial. Conocidas como Guerras del Castor, enfrentaron a la Confederación iroquesa, aliada de los comerciantes ingleses y holandeses, contra tribus algonquinas y huronas, vinculadas al comercio francés.
Las guerras se prolongaron desde mediados del siglo XVII hasta inicios del XVIII. Los iroqueses buscaban controlar las rutas del castor en la región de los Grandes Lagos y, en su ofensiva, destruyeron comunidades enteras de hurones, neutrales y eries. El conflicto no solo transformó la geopolítica indígena, sino que también reconfiguró las alianzas coloniales: Inglaterra y Francia usaron a sus aliados indígenas como piezas en su disputa por el control de América del Norte.

https://digitalcollections.nypl.org/items/36aa7430-c632-012f-2353-58d385a7bc34?canvasIndex=0
Durante los siglos XVII y XVIII, el castor se convirtió en una de las materias primas más demandadas en Europa, sobre todo para la fabricación de sombreros de fieltro, prenda asociada al prestigio y la moda urbana. Este auge dio lugar a la creación de grandes compañías comerciales, como la Hudson’s Bay Company (fundada en 1670 por los británicos) y la American Fur Company (1808), de John Jacob Astor. Esta última llegó a monopolizar el comercio en amplias zonas de Norteamérica y se convirtió en una de las empresas más influyentes de Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX. El comercio de pieles tuvo un papel fundamental en el desarrollo de Canadá y el norte de Norteamérica.

Declive
El sistema, sin embargo, no era sostenible. La caza intensiva provocó el agotamiento de poblaciones enteras de animales, especialmente de castores, y esto arrastró a la bancarrota a las grandes compañías peleteras. A ello se sumaron los cambios en la moda europea, que a mediados del siglo XIX redujeron la demanda. En 1842, la American Fur Company quebró, marcando simbólicamente el final de una era del comercio de pieles en el Atlántico.

Aunque el comercio internacional de pieles entró en declive en el siglo XIX, las pieles continuaron en el siglo XX como un símbolo de lujo y exclusividad. Abrigos, estolas o complementos de piel marcaron tendencias en la alta costura, mientras que la posesión de pieles finas siguió asociándose al poder adquisitivo y al prestigio social. La historia de las pieles fue fundamental para el impulso exploratorio y muestra cómo un producto natural fue capaz de sostener imperios, rutas comerciales y jerarquías sociales a lo largo de más de un milenio. En la actualidad el debate ético y ambiental ha puesto en cuestión su uso.

Para saber más





Deja un comentario